martes, 8 de abril de 2008

La muerte de un amigo me sorprende!

El fin de semana que pasó viajé de urgencia a Asunción, para acompañar en los momentos de más dolor, a la querida familia de Hugo. Rosalía, Hermenegildo, Gladys, Andreita, Lizza, Rubén, Tami y Eri. Me sumé así al apoyo que recibían de decenas de amigos y más que amigos, hermanos.
La muerte de un amigo, me sorprende. Hugo Martínez Jablonsky. Lo conocí cuando ingresé al Colegio Adventista de Asunción (C.A.D.A.), y después de todo un año de amistad, aún cuando no me hallaba a gusto en el C.A.D.A. fue la familia de Hugo, y Hugo, quiénes me ayudaron a seguir adelante. De hecho, el fue quien por vez primera me invitó a la iglesia Adventista, de la que hoy soy pastor. Tuve la alegría de oficiar en el casamiento de Hugo y Gladys. Pude estar con Hugo en la semana santa pasada. Pude estar hasta el último minuto, colocando su féretro en el lugar donde su cuerpo reposará, en la bendita esperanza.
La muerte de un amigo, me sorprende. Se supone que no sea así, si la muerte es parte de la vida, al menos de esta vida, desde que el pecado muy temprano, entró a este mundo. Pero todavía me sacude y me sorprende, al menos cuando tiene rostro, tiene nombre y personalidad.

“La vida no es la vida que vivimos, la vida es el honor, es el recuerdo; por eso hay muertos que en el mundo viven, y hombres que viven en el mundo muertos” (Palma)

Hugo, “Kuki”, estuvo en la cama de mi hijito Adriel unos días atrás. Nunca olvidaré nuestras últimas charlas, como poniéndonos al día, más crecidos mas maduros mas conscientes. Veladas confesiones mutuas, que intentaban decirle al otro: “y… como te fue en la vida”

“si hubiera hecho tal o cual cosa, me decía, quizás hoy…” No pienses así, le respondía, cayendo en mi realismo más abrupto, de que no fantasee con lo que hubiera o hubiera sido. Porque no “conduce a nada”. Pero en verdad, era una manera de decirme: “hay cosas de las que me arrepiento, y quisiera hacerlo mejor de aquí en adelante”. Y eso, es bueno.

Maravilloso amor de Dios, y de su Gracia, que a todos nos concede un oasis, antes del desierto, y a veces, el oasis es más para la paz de los que nos llorarán por amor, y porque a pesar de todo lo malo que somos, imperfectos, hay una chispa de bondad cuando el es nuestro Señor.

Vivimos solo un rato, en este tiempo, en este “round”. Pero en verdad, los mejores capítulos de nuestra vida, están por delante, a la luz de una eternidad solo imaginable.

La muerte de Kuki nos recuerda lo valioso de los momentos, momentos de gloria, de gracia, de amor, que solo, cuando la muerte llega, son vistos en su esplendor total.

Para Hugo también habrá un tercer día de resurrección. Esa es nuestra esperanza. Po r eso, su muerte no debería sorprendernos tanto. Si, que tantos vivan, como su fueran eternos.

Los regalos de amor que nos dio con su vida Hugo, son los motivos que nos hacen saber, que así como su vida no fue en vano, tampoco lo será su muerte, al menos en nuestros corazones.